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martes, 21 de julio de 2015

¿Puede nuestro grupo sanguíneo decirnos cómo comer?

"Estamos unidos por la sangre,
y la sangre es la memoria sin lenguaje"
Joyce Carol Oates

La idea de poder diseñar una dieta que se adapte plenamente a las características genéticas de cada individuo lleva planteándose desde hace algunos años en el mundo de la nutrición. Ser capaces de analizar ciertos genes con el objetivo de seleccionar los alimentos que mayores ventajas pueden aportar a una persona y descartar aquellos que pueden ser fruto de alergias e intolerancias actuales así como actuar a modo de factores de riesgo para desarrollar una patología en el futuro es una idea tentadora. En base a esta idea, una serie de autores, con el naturópata Peter J. D'Adamo a la cabeza, se plantearon si el grupo sanguíneo del ser humano podría tener alguna relación o servir de guía para llevar a cabo una selección de los alimentos a los cuales una persona estuviera más adaptada priorizando así el consumo de unos e intentando evitar otros que ocasionaran un daño para su organismo.

La dieta del grupo sanguíneo resulta un tema conflictivo para los especialistas en nutrición pero no deja de ser interesante por la gran cantidad de personas que defienden haberse visto beneficiados por la misma. Se trata además de un tema recurrente en distintas webs y foros de alimentación, donde no es raro encontrar miembros que la siguen o la han seguido, con opiniones y resultados dispares. En la entrada de hoy intentaremos aportar un análisis crítico sobre esta dieta basándonos en la evidencia científica disponible sobre ella.

El grupo sanguíneo: conceptos generales

Para poder entender los fundamentos de la dieta del grupo sanguíneo explicaremos primero algunas características de las células sanguíneas.

- Estructura de los glóbulos rojos

Los glóbulos rojos, también llamados eritrocitos o hematíes, son las células encargadas del transporte de oxígeno a los tejidos a través del sistema circulatorio. A pesar de lo que el programa "Érase una vez el cuerpo humano" nos hiciera creer de pequeños, los auténticos glóbulos rojos son moléculas discoides bicóncavas. Carecen de núcleo y de muchos de los orgánulos típicos de otras células, pues necesitan la mayor cantidad de espacio posible para almacenar hemoglobina, molécula encargada de unir el oxígeno y el dióxido de carbono que se intercambian durante la respiración.


La membrana es una bicapa lipídica típica con capacidad de deformarse para ajustarte al diámetro de los vasos sanguíneos por los que discurre el hematíe y posee ancladas a ella una serie de proteínas, muchas de las cuales actúan como antígenos de los sistemas del grupo sanguíneo.


- Sistema ABO

Desde que en el siglo XVII se comenzara a estudiar la circulación sanguínea, se ha sabido que la mezcla de ciertos tipos de sangre provocaba reacciones incompatibles con la vida. Tras los primeros intentos de transfusión de animales a humanos (todos ellos evidentemente fracasados y con mortales consecuencias) este procedimiento cayó en el olvido hasta 1901, cuando Karl Landsteiner descubre que existen tres tipos de grupos sanguíneos [A, B y O (originalmente denominado C)], cuya caracterización hizo viables las primeras transfusiones sanguíneas.


En la imagen podemos observar un ejemplo de determinación de grupo sanguíneo B usando suero con anticuerpos contra los distintos grupos. El suero anti A (contiene sólo anticuerpos contra el grupo A) no reacciona con los hematíes del grupo B; en cambio, el resto de sueros (que sí contienen anticuerpos contra el grupo B) reaccionan. Este tipo de reacción recibe el nombre de hemaglutinación.

Los grupos sanguíneos del sistema ABO vienen definidos por la diferente composición de una proteína de la membrana del hematíe denominada antígeno H, que es una secuencia de carbohidratos unidos a una proteína en este orden: β-D-galactosa, β-D-N-acetilglucosamina, β-D-galactosa, 2-α-L-fucosa. A la galactosa terminal se pueden unir una α-N-acetilgalactosamina en los hematíes del grupo A o una α-D-galactosa en los del grupo B, mientras que en los hematíes del grupo O no se une ningún carbohidrato extra; en el caso de los hematíes AB se expresan tanto la cadena característica del grupo A como la del grupo B.


La formación de las distintas cadenas de carbohidratos en la membrana del hematíe se lleva a cabo por enzimas llamadas transferasas, que transfieren diferentes azúcares sobre una proteína de membrana que sirve de base. La producción del antígeno H depende del gen de la fucosiltransferasa, que se encuentra en el cromosoma 19; la deficiencia de esta enzima origina un quinto grupo sanguíneo denominado O Bombay, extremadamente raro. La adición de otros azúcares al antígeno H para formar los grupos A y B depende de la glicosiltransferasa, cuyos genes se encuentran en el cromosoma 9. Los grupos sanguíneos se heredan de ambos progenitores de forma codominante; esto quiere decir que el gen paterno y el materno se van a expresar en los hijos de la misma forma.


Por motivos que aún hoy se desconocen (se ha sugerido el contacto con determinadas proteínas víricas y bacterianas de estructura similar), durante el primer año de vida un individuo desarrolla anticuerpos contra los grupos sanguíneos de los carece, lo que explica las reacciones que ocurren al mezclar sangres de grupos incompatibles. De este modo, el sistema inmunitario de una persona con grupo A reaccionará contra la sangre del grupo B y viceversa, el sistema inmunitario de una persona con grupo O hará lo propio tanto con sangre del grupo A como del B, mientras que en el caso de una persona de grupo AB no se producirá reacción contra ninguno de los tipos.

La distribución de los distintos grupos sanguíneos varía ampliamente en la población mundial, siendo algunos más característicos en ciertas razas (por ejemplo, el B en los asiáticos). Se cree que el primer alelo en aparecer fue el del grupo A, posteriormente el del grupo O y por último el B; otras teorías apuntan a la posibilidad de que el grupo O apareciera en distintos momentos por mecanismos diferentes, siendo los antígenos A y B anteriores . En todo caso, la mayoría de investigadores parecen estar de acuerdo en que el grupo O no fue el primero en evolucionar (veremos más adelante que importancia tiene este dato).

- Otros sistemas 

Se calcula que hasta 25 proteínas de la membrana del hematíe pueden contribuir en mayor o menor medida al grupo sanguíneo. De todas ellas, y además de las proteínas del sistema ABO, destacan especialmente las del Rh. Este sistema está a su vez compuesto por distintas proteínas, de las cuales la más importante es la D. La presencia del antígeno D en la superficie del hematíe clasifica al tipo sanguíneo como positivo (+), mientras que su ausencia lo clasifica como negativo (-). Si al menos uno de los padres tiene un gen para el antígeno D, su hijo puede heredarlo y ser Rh+ independientemente del gen que herede del otro progenitor. Esto tiene importancia porque, durante el embarazo, el sistema inmunológico de una madre Rh- puede reaccionar contra el feto si éste es Rh+; sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en el caso del sistema ABO, es necesario un contacto previo para desarrollar anticuerpos, lo que quiere decir que este tipo de reacciones solo se producirían a partir de un segundo embarazo.

Como vemos, distintos sistemas de grupos sanguíneos siguen diferentes patrones de herencia lo que va a dar lugar a un gran número de variaciones, siendo difícil encontrar individuos iguales incluso a pesar de compartir el mismo grupo sanguíneo en varios sistemas. 

Fundamentos de la dieta del grupo sanguíneo

¿Podría nuestro grupo sanguíneo indicarnos la mejor forma de alimentarnos? Según los defensores de la dieta del grupo sanguíneo, las distintas variantes del sistema ABO marcarían el rastro de nuestra evolución y nos permitirían determinar hasta cierto punto las características más representativas de nuestro linaje, señalando la forma de alimentarse a la que nuestros ancestros estaban más adaptados. Sería entonces lógico pensar que reproducir un patrón alimenticio al que nuestra particular "familia ancestral" se ha adaptado durante millones de años conseguiría buenos resultados a la hora de buscar un estado saludable y prevenir posibles enfermedades.

Aunque los autores ofrecen una descripción amplia y compleja de las implicaciones de los grupos sanguíneos a varios niveles, incluyendo patrones de personalidad, tipos de ejercicio recomendados y, en general, estilos de vida, vamos a centrarnos en la dieta, por ser el aspecto más tangible del tema.

- ¿Cómo comer según tu grupo sanguíneo?


Un grupo sanguíneo determinado sería una representación fenotípica de una serie de características del genoma de la persona, que podría usarse como guía o aproximación para determinar los alimentos a los que un determinado linaje está más adaptado. Se proponen cuatro variantes:
  • Grupo A. Este grupo es el denominado agricultor o cultivador. Por sus características, las personas de este grupo están plenamente adaptadas al consumo de productos ricos en carbohidratos, con especial atención a los vegetales. A su vez, deben evitar las carnes, ya que las proteínas y grasas de origen animal tendrían un efecto tóxico promoviendo el desarrollo de obesidad, diabetes, y un mayor riesgo para desarrollar cáncer.  La dieta propuesta se asemeja, por tanto, a una dieta vegetariana.
  • Grupo B. Este grupo recibe el nombre de nómada. Las personas pertenecientes a él deberían priorizar el consumo de productos de animales domesticados (cordero, oveja, venado, conejo), incluyendo los lácteos, los huevos y las verduras. Deben evitarse principalmente los granos (maíz, trigo), semillas y legumbres, así como la carne de pollo. El control de su alimentación ofrecería ventajas especialmente en cuanto al control del peso, la fatiga crónica o las alteraciones de la glucemia.
  • Grupo AB. Descrito como una combinación reciente de los dos grupos anteriores, las personas de este grupo tendrían características comunes de ambos, con sus ventajas e inconvenientes. Se recomienda basar su dieta en animales marinos, vegetales; evitando las carnes (sobre todo las curadas) y prestando especial atención a no combinar almidones y proteínas en la misma comida. 
  • Grupo O. Denominado grupo cazador, las personas pertenecientes a él estarían correctamente adaptados a la ingesta de proteínas y grasas animales. Al contrario, los carbohidratos, con especial atención a los cereales, ocasionarían ganancia de peso, inflamación y reacciones autoinmunitarias. La dieta aconsejada en este caso se asemeja a la paleolítica.
- ¿Por qué comer según tu grupo sanguíneo?

Aunque hemos empezado viendo el cómo se debe comer según esta dieta, el primer paso para comprender los distintos patrones de alimentación será entender la base de la dieta.

Un punto importante de la dieta se centra en las lectinas. Como vimos al hablar de los distintos tipos de carbohidratos, las lectinas son un tipo de proteínas presentes en muchos alimentos y que pueden ligarse a distintas moléculas, actuando como antinutrientes, afectando a la absorción de micronutrientes o a la permeabilidad intestinal. En el caso concreto de la sangre, ciertos tipos de lectinas pueden provocar reacciones de aglutinación, es decir, unir entre sí varios hematíes formando conglomerados que precipitan, exactamente igual que ocurre al mezclar dos grupos ABO incompatibles o en el caso del proceso de determinación del grupo sanguíneo como vimos anteriormente. Según los defensores de la dieta de los grupos sanguíneos, un determinado tipo de lectina tendría este efecto sobre un tipo de hematíe concreto y no sobre los de los otros grupos, por lo que un individuo de un grupo debería evitar en su alimentación aquellos alimentos ricos en las lectinas específicas que van a reaccionar con sus glóbulos rojos.

Aunque las reacciones de aglutinación relacionadas con lectinas han sido estudiadas en varias ocasiones, no se ha podido demostrar la existencia de reacciones específicas, al contrario, parece claro que muchos tipos de lectinas pueden reaccionar con las células sanguíneas independientemente de los antígenos de superficie que éstas expresan. Las lectinas son especialmente ricas en los cereales y las legumbres; además, en el primer caso, son resistentes a la cocción. Sin embargo, los cereales constituyen un pilar base en la dieta del grupo A.

Los procesos de aglutinación son agudos, es decir, van a ocurrir en el momento en que una muestra (en este caso la sangre) se pone en contacto con la sustancia que actúa como aglutinina. Si las hipótesis de D'Adamo fueran ciertas, una persona que comiera alimentos que no corresponden a su grupo tendrían reacciones adversas frecuentes y de gravedad, no obstante ni él ni otros defensores de esta dieta han sido capaces de probar ningún tipo de lesión o patología directamente relacionada con la ingesta de alimentos "no tolerados" ni tan siquiera fijar umbrales de dosis o cantidades tolerables de las sustancias que se supone perjudiciales.

El potencial de las lectinas para ocasionar reacciones de hemaglutinación y otros efectos adversos debería ser tenido en cuenta para reducir o eliminar estos alimentos de la dieta, lo cual explica el éxito de algunas dietas como la paleolítica en un amplio abanico de problemas intestinales, pero las ventajas de una dieta libre o baja en lectinas no tiene nada que ver con el hecho de que un alimento sea o no tolerado en función del grupo sanguíneo de la persona en cuestión en tanto que no existen hemaglutininas específicas en los alimentos.

Evidencia actual y aplicaciones

- Evolución de los grupos sanguíneos

Uno de los principios de la dieta basada en el grupo sanguíneo es la lógica evolutiva. Los genes del grupo sanguíneo, como otros muchos, han sufrido variaciones a lo largo de su historia sobre el planeta, evolucionando junto a las especies que los poseen. Una mirada a la evolución de los homínidos permitiría determinar cómo han ido surgiendo los distintos grupos y si estos tienen alguna relación con la alimentación, el comportamiento, o el hábitat de nuestra especie.

Así, por ejemplo, los individuos del grupo A son los descendientes de los primeros humanos que basaron su alimentación en los productos de la agricultura, mientras que los del grupo B evolucionaron a partir de los humanos que empezaron a consumir lácteos. Esta idea implica que sólo los seres humanos, que inventaron la agricultura o aprendieron a extraer lácteos mediante el ordeño de otras especies, tendrían estos grupos sanguíneos, sin embargo, el sistema ABO está presente en muchos tipos de primates (gorilas, orangutanes, babuinos, etc) en los que parece claro que su grupo sanguíneo no puede tener ninguna relación con su forma de comer, pues los patrones alimentarios de estas especies se han mantenido estables durante millones de años. 

Sabemos que la agricultura y el pastoreo son relativamente modernos, apareciendo en el Neolítico (hace aproximadamente unos 10.000 años), sin embargo, los grupos sanguíneos tienen una historia mucho más larga. Saitou y Yamamoto analizaron el árbol filogenético del sistema ABO en primates, llegando a determinar que las primeras variantes podrían haber aparecido hace unos 400 o incluso 500 millones de años, lo que supone un desfase temporal importante y hace poco probable (por no decir imposible) que las variaciones en la alimentación humana tuvieran un peso significativo en la génesis de los grupos sanguíneos en homínidos.

No está claro si los grupos A y B son anteriores o no al grupo O, aunque varios investigadores han tomado en consideración que los individuos con grupo O poseen anticuerpos contra los hematíes de estos grupos, no pareciendo muy lógico que un organismo pueda desarrollar anticuerpos contra una sustancia que aún no existe. Dado que los mecanismos que influyen en la síntesis de anticuerpos no están claros, este razonamiento tendría un menor peso. No obstante sería de esperar que, puesto que el patrón dietético recomendado para el grupo O se asemeja al de los cazadores-recolectores, este grupo debería haber sido el primero en aparecer. Poblaciones que mantienen o han mantenido dietas altas en productos cárnicos, como los esquimales o los indios nativos americanos no muestran las frecuencias de grupo O que cabría esperar si prestamos atención a su dieta, existiendo en algunas series porcentajes del grupo A cercanos al 40%, aunque su dieta ha sido y continua siendo diametralmente opuesta a la "casi-vegetariana" propuesta para este grupo.

En cuanto al grupo B, parece más común en la población oriental, precisamente una población con altas tasas de intolerancia a la lactosa y en la que, históricamente, los productos precedentes del pastoreo y ordeño de animales no supusieron una parte importante de su alimentación.

Incluso si no consideramos que los grupos sanguíneos se desarrollaran a partir de un cierto patrón alimentario, y que éste tan solo tuvo un papel de selección, los hallazgos no concuerdan con las hipótesis defendidas por los autores de esta dieta. 

- Grupos sanguíneos y su relación con la patología humana

Los grupos sanguíneos parecen guardar interesantes correlaciones con distintas condiciones y enfermedades que vale la pena analizar. Sabemos que los individuos de distinto grupo sanguíneo pueden generar diferentes anticuerpos (al menos los anticuerpos implicados en las reacciones de hemaglutinación), por lo que el perfil de su sistema inmunitario podría ser diferente en otros aspectos. Mucho se ha especulado y estudiado acerca de la relación que existe entre el grupo sanguíneo y diferentes enfermedades, con una especial atención al cáncer.

Distintas series de pacientes a estudio han demostrado un ligero incremento de riesgo de cáncer gástrico en el grupo O en comparación al A. Desde el punto de vista de esta dieta, las personas con grupo O tendrían una mayor producción de ácidos gástricos, lo que lleva a la producción de úlceras; no obstante, no existe relación entre la producción de ácido y el cáncer. Son factores de riesgo para la producción de cáncer las gastritis (patologías inflamatorias del estómago), las dietas ricas en nitritos y nitratos, el tabaco, la metaplasia (transformación del epitelio normal del estómago en otros tipos), la hipoclorhidria (menor producción de ácido) y la infección por la bacteria Helicobacter pylori; curiosamente, H. pylori tiene también un importante papel en el desarrollo de úlceras. ¿Puede existir relación entre el H. pylori y el grupo sanguíneo? Efectivamente, pero la alimentación no tiene nada que ver aquí. Parece ser que ciertas estructuras proteicas de la pared de esta bacteria se asemejan al antígeno del grupo O, lo que impide que el sistema inmune actúe de forma eficaz para eliminar el microorganismo. Por el contrario, el sistema inmunitario de un individuo del grupo A sería más efectivo al reconocer la bacteria, lo que explica la menor incidencia de úlceras y cáncer.


Dicho esto, dado que el 100% de las personas del grupo O no padecen úlcera, y las úlceras se producen en personas de grupos distintos al O, el grupo sanguíneo sólo sería un factor más a tener en cuenta en el desarrollo de úlceras gástricas, sin que podamos siquiera determinar el peso relativo del mismo.

Otros tipos de cáncer también han mostrado cierta relación con los grupos sanguíneos. El cáncer de páncreas exocrino, por ejemplo, es algo más frecuente entre pacientes con grupos A o AB y menos frecuente en pacientes con grupo O. Los cánceres de ovario, útero y cérvix por su parte, son ligeramente más frecuentes en mujeres de grupo A; se ha especulado que las células de estos tumores expresarían proteínas con cierta similitud estructural con el antígeno A, escapando así de la vigilancia que el sistema inmunitario ejerce sobre las células tumorales.

En la inmensa mayoría de estudios disponibles, la población analizada se limita a los pacientes un solo hospital o en el mejor de los casos a una región o comunidad, lo que hace que los datos sean poco extrapolables a grandes grupos de población heterogénea y, aunque interesantes, no arrojan una evidencia lo suficientemente significativa como para jugar un papel en el diseño de una supuesta estrategia dietética de profilaxis.

Existen otras correlaciones interesantes entre los grupos sanguíneos y distintas patologías y condiciones. Las personas del grupo AB tendrían una mayor predisposición a padecer alteraciones cognitivas (memoria, lenguaje y atención), lo que podría estar en relación con los niveles de uno de los factores de la coagulación, el factor VIII, presente en mayor cantidad en individuos de este grupo, y que podría comprometer el flujo sanguíneo cerebral. También presentarían un riesgo ligeramente superior de enfermedad coronaria.

Los individuos con grupo A, por su parte, son más propensos al estrés por tener mayores niveles de cortisol basal, así como a producirlo en cantidades más altas ante situaciones estresantes.

Aunque prevenir el cáncer y otras enfermedades con la dieta resulta altamente atractivo, debemos ser realistas y entender que, ante patologías multifactoriales, cuya génesis ni siquiera se comprende del todo, reducir un tratamiento (o, en este caso, una prevención) a únicamente una dieta y que ésta a su vez solo tenga en cuenta una característica del paciente, está muy lejos de ser una estrategia ya no efectiva sino tan siquiera lógica.

- Usos y utilidades de las distintas dietas del grupo sanguíneo

Aunque se habla de la dieta del grupo sanguíneo, lo cierto es que sus autores están proponiendo un conjunto de cuatro dietas diferentes, cuyos efectos podrían ser muy diferentes en distintas personas. Cuando se han estudiado estas estrategias se han obtenido resultados interesantes y que merece la pena comentar.

En el caso de la dieta del grupo A, algunos de los estudios ha probado su efectividad a la hora de mejorar algunos marcadores analíticos. En el estudio más numeroso hecho hasta la fecha sobre esta dieta, con cerca de 1500 personas, los resultados obtenidos fueron positivos, no obstante, la dieta fue beneficiosa para toda la población a estudio y no únicamente con los individuos del grupo A.

De igual modo, la dieta paleolítica (similar a la del grupo O) está adquiriendo cada vez mayor evidencia de sus utilidades en el control la obesidad, la diabetes, la hipertensión. Esta dieta parte de la premisa de que los seres humanos están adaptados como especie a un estilo de vida y alimentación ancestral, y que retomar un patrón alimenticio basado en eliminar la comida procesada, los azúcares añadidos o los cereales, y priorizar los alimentos de origen natural ofrecería ventajas en la prevención y el control de enfermedades, sin que estas mejoras tengan nada que ver con el grupo sanguíneo de las personas que la adoptan.

Por todos estos motivos, bien podríamos decir que la dieta del grupo sanguíneo parte de una hipótesis interesante pero falla a la hora de diseñar un programa efectivo. Centrándose únicamente en un gen de los múltiples que componen el genoma de la raza humana, esta dieta apenas araña la superficie del complejo asunto de adaptar la dieta a las características específicas del individuo por lo que no puede dar respuesta a las necesidades de las personas que la siguen ni responder a la pregunta de si una dieta adaptada a las características genéticas de un individuo ofrece algún beneficio sobre su salud.

Posibilidades reales de una dieta adaptada a nuestros genes

"¿Qué pueden decir nuestros genes sobre la forma de alimentarnos?" bien podría ser una pregunta clave para la nutrición en un futuro cercano. El avance de las técnicas de secuenciación del ADN y el estudio cada vez más profundo de nuestro genoma y la base genética de muchas enfermedades es un terreno fundamental de cara a entender una parte importante de la patología humana. Hoy más que nunca empezamos a ser conscientes de que la alimentación tiene no solo un papel fundamental en la salud del ser humano sino que determinados alimentos pueden ser origen de patología para determinadas personas.


La nutrigenómica, ciencia que estudia la posible relación entre los genes humanos, la nutrición y la salud, es una disciplina en auge que intenta dar respuestas a las hipótesis que relacionarían ciertos genes con la posibilidad de tolerar unos u otros alimentos, de modo que podamos plantear una dieta personalizada teniendo en cuenta las características de cada individuo. En el momento actual carecemos de los conocimientos necesarios para determinar muchos mecanismos patogénicos en los que pudieran estar implicados distintos alimentos, por lo que no tenemos argumentos suficientes más allá de la propia experiencia como terapeutas a la hora de recomendar un enfoque nutricional en ciertas enfermedades. Solo algunos grandes síndromes, como la enfermedad celiaca, parecen suficientemente definidos como para aplicar una dieta ajustadas a las necesidades de estos pacientes; otras situaciones, que están en auge en nuestros días, como pueden ser la sensibilidad al gluten no celiaca o la intolerancia a los FODMAP, aún no se han estudiado con la profundidad necesaria y requieren un examen pormenorizado de cada caso.

La frontera se sitúa actualmente en la posibilidad de identificar mecanismos concretos que relacionen un alimento y las reacciones adversas que puede provocar en el paciente, caracterizando los genes implicados para poder estudiar su presencia en otros individuos y anticipar la aparición de dichas situaciones, planteándonos en ese caso la posibilidad de suprimir ciertos alimentos de forma precoz.




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